15 de agosto de 2025 05:18
  • Hugo Alcayaga Brisso, periodista

 

Las reacciones de perplejidad de la ciudadanía no paran hasta ahora luego de conocerse que la variación oficial del Índice de Precios al Consumidor, fue negativa en el mes de junio, en circunstancias que la inflación continúa fuera de control y constituye una de las grandes preocupaciones de las clases populares.

Los abusos del mercado desregulado y de las trasnacionales que están en Chile, con el único propósito de llevarse la plata mantienen una fuerte tendencia alcista en productos y servicios de primera necesidad, como parte del modelo neoliberal que atenta contra el pueblo fría e implacablemente.

En esta ocasión los atentados contra los sectores modestos han ido más allá: la cifra entregada es de menos 0,4%, mientras la carestía permanece generalizada en los supermercados, negocios, servicios básicos, arriendos, gastos comunes y en el ámbito de todo lo que significa la vida de la inmensa mayoría que se desenvuelve en la precariedad.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas en la citada variación mensual de junio “destacaron la disminución de las divisiones de alimentos y bebidas no alcohólicas, vestuario y calzado, en la división de salud”. El INE pasó por alto los continuos aumentos de los precios del pan, la leche, los huevos, las carnes, la mantequilla, y numerosos otros productos alimenticios que en poco tiempo quedaron fuera del precario poder adquisitivo de las mayorías.

Junto a ello subieron considerablemente servicios esenciales como el agua, la luz, la telefonía y el gas. Todos estos servicios se encuentran en manos de transnacionales convocadas por la dictadura y gobiernos de la Concertación, que aparte de ganar dinero con avidez no se sabe qué otro papel desempeña en Chile. En lo inmediato se anuncia para julio en curso un nuevo reajuste no inferior al 7% en las cuentas de la luz.

El dinero no alcanza casi al 80% de los chilenos para cubrir todo el mes. Los salarios cubren 2 semanas y con suerte se llega a 3, pero nada más. Por eso 3 de cada 4 hogares caen en un endeudamiento que luego es muy difícil cancelar. Los bolsillos de la gente empobrecida pagan las consecuencias.

Las dueñas de casa han quedado sin habla. Ellas sufren el fenómeno inflacionario directamente al acudir de compras y comprobar que el precio de lo necesario va cambiando sin rubor. Lo que ayer tenía determinado valor, hoy ostenta otro precio, muy superior. La presunta baja inflacionaria no solo es una risotada en la cara de los pobres, sino que también un freno para las aspiraciones por mejores salarios.

En Chile hay pobres que tienen que comer en ollas comunes y dormir con suerte bajo un techo de emergencia, y a los que todos los días se ve con la misma ropa, porque no disponen de un peso para comprar otra. En medio de una lluvia de alzas recibieron la noticia mercantil de que “bajó” todo con una triste sonrisa irónica.

Más aún: junio tuvo un fin de semana largo – el viernes 20 fue festivo – y estas fechas son aprovechadas por los empresarios de buses interprovinciales para elevar las tarifas a su regalado gusto y sin justificación alguna.  Los propietarios de estas flotas de buses saben que en los terminales nunca hay inspectores que fiscalicen, de modo que nunca tampoco se les va a sancionar.

Lo sucedido en este caso del transporte de pasajeros es emblemático en el país, que sigue viviendo en un mundo mercantil. Los abusos del mercado desregulado se repiten en los más diversos ámbitos de la actividad nacional con absoluta impunidad, porque los mayores valores de los precios no entran como factores en la medición oficial del IPC.

Ello ocurre en momentos de crisis económica, en que hay millones de hombres y mujeres sin empleo, sin casa propia y en deteriorada situación. Es lo que da paso a las sorpresas, como si todo se hubiera abaratado en un 0,4%, lo que no se entiende y nadie cree.

En la calle se escuchan voces de reclamo de las personas, que son aisladas.  No ha habido ninguna protesta masiva del mundo social, que ha sido agraviado y burlado. En medio de una sucesión de calamidades, nadie podía esperar que el IPC fuera manipulado hasta llevarlo a números negativos.

No se espera alguna reacción de la CUT, que solo saca la voz puntualmente cada primero de mayo.  Hay sin embargo múltiples organizaciones sociales, de trabajadores, endeudados y desempleados que seguramente tienen algo que decir, para que esta farsa no pase inadvertida.

La baja tan marcada del IPC es inédita en el último tiempo.  Se recuerda que en octubre de 2019 la opinión de “expertos” por el alza del pasaje de la locomoción colectiva derivó en el memorable estallido social que ha tratado de ser ignorado por las minorías adineradas.  El pueblo no dispone de dinero, solo de la razón. Con una inflación tan “contenida” difícilmente alguien se atreverá a un aumento de salario.

Es cierto que la Unidad de Fomento disminuye y favorece a quienes tienen contratos reajustables, como arriendos, hipotecarios y planes de salud. Para la gran masa consumidora se trata de otra inesperada adversidad que se recibe como un balde de agua fría en pleno invierno.

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