13 de agosto de 2025 22:32
  • Hugo Alcayaga Brisso, periodista

Transitando penosamente hacia el ocaso el Partido Demócrata Cristiano ha dejado al descubierto que su objetivo principal no es apoyar a Jeannette Jara en las próximas elecciones presidenciales, sino participar en las negociaciones con el amplio conglomerado de la candidata de la Izquierda para conseguir algunos cupos parlamentarios que eviten su desaparición a corto plazo.

Tras la Junta Nacional en que se tomó ese acuerdo con el 67% de aprobación de los asistentes han recrudecido las renuncias a esa colectividad que desde hace tiempo viene sufriendo la fuga masiva de militantes en tanto las bancadas de senadores y diputados disminuyen en forma progresiva, al igual que los estudiantes y los pobladores,  ya no se dispone de presencia y credibilidad como otrora,  y todos los esfuerzos apuntan  a retardar el hecho de tener que bajar las cortinas y cerrar la puerta por fuera.

En el siglo pasado el PDC llegó a ser el partido más grande de Chile, tuvo 3 presidentes de la ¨república, alcanzó una cifra sin precedentes de parlamentarios e impulsó lo conocido como revolución en libertad y promoción popular, pero en la actualidad ha perdido gran parte de ese patrimonio y se encuentra debilitado en tal forma que desde sus propias filas se teme que la crisis sea terminal.

La Democracia Cristiana pierde todos los días y no ha ganado nada importante ni significativo desde hace 25 años, coincidiendo con el término del gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle que permaneció en La Moneda entre 1994 y 2000. Este fue uno de los rostros más representativos de la Concertación, en tiempos en que los triunfos eran avasallantes y con mayoría absoluta, cuando se imponía la demagogia, se mentía con naturalidad y se anunciaba una “alegría” que nunca llegó.

Frei Ruiz-Tagle venía de festejar el golpe junto a su padre y se había convertido en un admirador del dictador desde el mismo 11 de septiembre del 73. Semanas más tarde, a mediados de octubre, como joven ejecutivo de la empresa Sigdo Koppers concurrió a donar dinero y joyas para un supuesto fondo de reconstrucción nacional, del cual nunca más se supo. Asimismo, trabó una gran amistad con el siniestro Mamo Contreras.

El rostro de Frei es el que mayormente refleja el fracaso de la era privatizadora de la Concertación, que quiso prolongar el modelo pinochetista.  Durante su periodo pasó a empresas españolas el control del agua en un 100%, lo que no ocurre en ninguna parte del mundo.  En Chile el agua se transformó en un negocio destinado a enriquecer a adinerados inversionistas extranjeros.

A la vez, en esa administración se puso término a la estatal empresa portuaria de Chile, Emporchi, caracterizada por su eficiente funcionamiento. Inesperadamente se procedió a entregar los puertos de todo el país al poder empresarial activado por capitales transnacionales. También se privatizaron los servicios eléctricos, hoy de irregular funcionamiento, y cuyas elevadas tarifas se reajustan con frecuencia en favor de abusivos empresarios foráneos.

Durante el periodo de Frei el que venía de ser tirano omnipotente hizo lo que se le antojó a su regalado gusto. Como parte de ello estuvo su sorpresiva irrupción en el Congreso – que el mismo había cerrado años antes – junto a una patota de oficiales golpistas para ser autoinvestido como “senador vitalicio”, sin duda el mayor bochorno en la historia legislativa chilena ante la mirada complaciente del jefe de estado.

Cuando Pinochet salió a pasear a Europa y fue detenido en Londres por gravísimos delitos de lesa humanidad y permanente violación de los derechos humanos en la época del terrorismo militar, el presidente demócrata cristiano y su canciller “socialista” se movilizaron prontamente y lograron su vuelta al país sano y salvo.  Con ello el dictador fue arrebatado a la justicia internacional que lo iba a enviar a la cárcel, donde habría pasado sus últimos días.

El abandono de la doctrina humanista cristiana fue el principal “legado” que dejó Frei a sus camaradas demócratas cristianos. La prolongación del modelo neoliberal privatizador y la impunidad frente a las masivas violaciones de los derechos humanos del pueblo, marcaron el comienzo del fin de un partido que había sido grande.

A partir de esa fecha el PDC ha venido sufriendo sucesivas adversidades que le han significado seguir restando no solo militantes y votos, sino también fuerza política, autoridad moral y credibilidad. Todo ello desalentó a jóvenes y pobladores que antes formaron parte de su fuerza vital, hoy desaparecida.

El paso del tiempo marca una implacable pérdida de apoyo a la tienda de la flecha roja, porque a estas alturas se ve con pavor que solo la decadencia llama a su puerta. Al interior de la colectividad solo hay posiciones antagónicas, el prestigio se dejó ir como agua entre los dedos y la multitud de estudiantes que constituían su orgullo ya no aparecen en las federaciones universitarias donde otrora se imponían. Los triunfos pretéritos no se repiten.

Eduardo Frei, uno de los responsables principales de este declive final y actual empresario multimillonario, se ha mostrado consternado al descartar cualquier apoyo a la candidata Jara por el hecho de ser comunista. El ex mandatario ha formulado graves acusaciones a su partido, incluyendo la traición, pero – curiosamente – dice que no renunciará y continuará al interior de sus filas. De inmediato el senador Huenchumilla, timonel interino, le ha dado respuesta: “el anticomunismo no es tema hoy en Chile”.

Históricos militantes siguen alejándose de la colectividad con la idea de que es mejor hacer política con convicciones y no con la calculadora electoral en la mano. En caída libre, la DC se convierte ahora en el último carro de cola de una coalición a la que antes combatió.

Triste final sin duda para un partido que entrega los pocos votos que le quedan a determinada candidata presidencial a cambio de asegurar a algunos de los suyos en el parlamento. Cuando un partido cae al punto de llegar a ser irrelevante, es que ha dejado de existir.

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