
- Guillermo Herrera Figueroa, ex concejal de Puchuncaví
Al nororiente de Puchuncaví, distante a 15 Kms., a 700 metros sobre el nivel de mar, está ubicada la localidad de La Canela.
Su topografía y su microclima han permitido que sea un lugar típico, atractivo, pintoresco y encantador.
Con ese aislamiento se desarrolló y creció su población, asentada en tres sectores, Canela Baja, Canela Media y Canela Alta, permitiendo que las costumbres y tradiciones se mantuvieran intactas.
La bebida clásica por excelencia, que se preparaba en los encuentros sociales y celebraciones, era la tradicional y apetitosa mistela cuyo ingrediente básico era el aguardiente, y su indispensable complemento, la canela; y hasta hace algunos años, estaba presente la artesanía en lana, cuyas mujeres no dejaban de maravillar por su destreza y su habilidad manual para manejar el huso que movían los telares en el diario quehacer, y “fabricando” chalecos, chalinas, mantas, ponchos, frazadas. etc.
Las familias tradicionales de este atractivo lugar han sido los Ojeda, Arancibia, Vergara, Olivares, Vicencio, Mena, Villalón, Salinas, Navia, Torres.
Sus viviendas fueron construidas con viejas técnicas cuyos elementos básicos eran el adobe, el quebracho, la paja y el barro, elementos estos últimos que daban contextura a la quincha y a la techumbre, transformándolas en modestas y acogedoras casas.
Sufrió un notorio cambio con la llegada de las mediaguas y paneles pre fabricados como consecuencias del terremoto del 28 de marzo 1965 y el déficit habitacional.
Más aún, en los últimos años, el cambio ha sido más relevante con la compraventa de terrenos, lo que ha permitido que los nuevos propietarios, hayan construido cómodas viviendas y fomentado el arribo de nuevos propietarios en las llamadas “parcelas de agrado”.
La principal actividad socioeconómica fue siempre la agricultura con las siembras de trigo y lentejas, y años, después la arveja que comercializaban en los principales centros urbanos pese a las dificultades para transportar sus productos que recién se pudieron superar en 1960 con la construcción de un camino para vehículos motorizados, quedando en el olvido las tropas de mulas de carga con destino a Puchuncaví, vía San Antonio, o a Nogales, vía Huellacanal.
Sin embargo, en los últimos años como consecuencia de la escasez de aguas lluvias y al interés demostrado por la juventud en la búsqueda de mejores perspectivas económicas, al campo se le ha dado otro destino como han sido las plantaciones de árboles frutales con muy buenos resultados.
No obstante, pese a su aislamiento la comunidad siempre contó con una escuela que impartía educación primaria o básica que daba educación y formación.
El director (a) y profesor (a) del establecimiento que vivía en medio de la comunidad, no sólo se dedicaba a enseñar a sus alumnos, sino también cumplía diferentes roles tales como ministro de fe, juez de paz, paramédico, dirigente deportivo, social y vecinal, etc.
Alrededor de 1966, siendo dueño del fundo “La Canela”, Haroldo Huidobro Dalaunay, donó un amplio terreno para ser destinado a la construcción de una segunda escuela en el sector, un campo deportivo y la creación de un cementerio.
Como resultado de lo anterior, el campo deportivo cumple en la actualidad positivamente su rol como tal habiendo mejorado sus instalaciones deportivas.
En cuanto a la escuela después de haber servido a los niños del sector, por varios años, debió cerrar sus puertas al no contar con alumnos habiéndose destinado ese espacio a un centro recreativo y de esparcimiento municipal; y con relación al cementerio no logró romper la tradición familiar y vecinal habiendo primado el cementerio parroquial y/o municipal de Puchuncaví.
Solo fueron sepultados cuatro personas: Sr. Belisario Mena, el recordado y querido Maestro Charo, y los hermanitos Juan Augusto y Juan Enrique Contreras, además de otro niño de nombre desconocido.
En 1996 la comunidad de La Canela, en su conjunto, agrupada en organizaciones comunitarias como junta de vecinos, centro de adelanto, club deportivo, etc., logró un avance de real importancia a favor de su desarrollo y progreso como fue la electrificación del sector.
El financiamiento fue proporcionado por el Gobierno Regional a iniciativa de la Municipalidad de Puchuncaví, y de esa manera, pudo incorporarse activamente a las comodidades propias de la vida moderna con la utilización de los electrodomésticos, radiorreceptores, televisores, computadores, etc.
Finalmente es importante destacar que, pese al aislamiento de la localidad de La Canela, siempre contaron con visitas ilustres. Estuvieron presentes autoridades regionales, senadores y diputados llegando hasta este lugar en compañía de las autoridades comunales. Quedó en el recuerdo de la comunidad, la memorable visita, que, por primera vez, hizo efectiva el Obispo de Valparaíso, Monseñor Rafael Lira Infante, el primer domingo de abril 1947, quien llegó montando una cabalgadura en compañía del Párroco de Puchuncaví, Pbro. Guillermo Campos Pinto, para administrar el Sacramento de la Confirmación y compartir con la comunidad.
También estuvo presente el alcalde de la comuna, Juan José Mena Salinas.
Del mismo modo se recuerda que en el mes de marzo 1960, repitió esta visita el Obispo de Valparaíso, en ese entonces, y futuro Cardenal de Chile, monseñor Raúl Silva Henríquez, quien llegó hasta La Canela, esta vez, en un moderno helicóptero acompañado por el Intendente de la Provincia de Valparaíso, Luis Guevara Ortúzar, siendo recibido por el Alcalde Abel Torres Jorquera, y el Párroco de Puchuncaví, Pbro. Jorge Vidal Vidal.
También se recuerdan las visitas que realizó anónimamente la cantante, compositora y folklorista Violeta Parra Sandoval con el propósito de investigar acerca del folclor y la artesanía propia del lugar; y durante el Gobierno Militar, las dirigentes de CEMA CHILE comunal le organizaron una recepción a Lucia Hiriart de Pinochet, que consideró, además, de la convivencia vecinal, que haya pernoctado en La Canela y para lo cual le prepararon un dormitorio ad hoc en el local escolar.