
- Distinción la recibió Patricia Tapia Galleguillos, que aún sigue trabajando con entusiasmo y dedicación en esta institución
En el marco de un nuevo aniversario del Valparaíso Sporting Club, la institución hípica distinguió a la funcionaria Patricia Tapia Galleguillos, al cumplir 50 años de trabajo y que históricamente se convirtió en la primera mujer en vender boletos durante los días de carrera en este hipódromo.
El Sporting celebró los 160 años de existencia y en un almuerzo de camaradería el presidente de la institución Carlo Rossi Soffia compartió con los funcionarios entregando galardones
“Yo soy nacida y criada en el Valparaíso Sporting Club. Mis bisabuelos, mis abuelos trabajaban acá. Vivían acá, por lo tanto nosotros aquí nacimos los cuatro hermanos. Esto corresponde al sector de la cantera, a un costado del Club de Tenis Inglés. Nos criamos todos acá en el Sporting. Era una tradición en esta empresa. Vivía mucha gente repartida por todos los sectores del Sporting, por las orillas, por el cerro. Había una casa para cada familia. Ahí estaban mis padres y los cuatro hijos”, Patricia Tapia inicia el relato de su vida.
De su vinculación con la actividad hípica dijo que “era una tradición familiar el hecho de que uno entrara a trabajar acá. En aquellos años, yo le venía a dejar el almuerzo a mi papá y a mi hermano, que en paz descanse. En ese entonces, en el año 1974, los jefes me ofrecieron la oportunidad de si yo quería trabajar acá. Ellos tenían un proyecto de que las mujeres empezaran a vender boletos, porque ese era un trabajo que solo realizaban los hombres. Lo conversé primero con mi papá. Por supuesto que en aquellos tiempos los papás eran distintos, y uno tenía que ´pedirles permiso. Así que me aceptaron”.
Pero además había que cumplir otro requisito: “En ese tiempo cuando una entraba a trabajar a esta empresa, un familiar tenía que ser el aval, Así que sin ningún problema entré y fui la primera mujer que vendió boletos en el Valparaíso Sporting. Abrí la oportunidad a todas mis compañeras que hasta el día de hoy están. Después entró otra compañera, pero ella duró muy poco”.
ALTERNÓ COMO PROFESORA
Lo trascendente es que ella pudo convertirse en profesora: “Pude compartir toda mi trayectoria acá en el Sporting con mi profesión de profesora. Gracias a Dios debo agradecer a mis jefes que tuve en mis dos colegios que trabajé, tanto en el Comercial de Valparaíso como en el de Viña del Mar que me permitían y me facilitaban un horario para que yo pudiera venir a trabajar acá. Porque en aquel entonces las carreras se realizaban solo el día domingo. Después las cambiaron a viernes y más tarde a miércoles. Antiguamente la labor de profesora era en jornada de mañana o jornada de tarde. No existía todavía la jornada completa. Entonces mis jefes me permitían y me facilitaban el horario el día miércoles, para que yo me pudiera venir a trabajar acá. Yo siempre he dicho: cuando uno es buena funcionaria, los jefes son buenos jefes con uno. Gracias a Dios nunca dejé los trabajos que tuve y me mantengo feliz en esta empresa”.
Patricia Tapia se pensionó como profesora y ha podido seguir trabajando en el Sporting: “Este trabajo me distrae. Lo hago con mucha responsabilidad porque no vengo a divertirme. Lo que sí me gusta del Sporting es la temporada primavera verano; el invierno no me gusta mucho por el frío. Tengo muy buenos compañeros de trabajo, muy buenos jefes como don Gastón Hidalgo que es el jefe de sección. Hay mucha camaradería así que estoy a gusto acá. Ahora ¿cuántos años me quedan? No sé. Tengo un esposo. Llevamos 47 años casados, tenemos tres hijos, todos ellos independientes”.
En su trayectoria han acontecido hechos anecdóticos: “Ocurrió cuando empezamos a trabajar con la venta de los boletos, que antiguamente eran unos papelitos que se colgaban. Ocurrió durante un Derby, y resulta que nos sobraba dinero. Era mucha la plata. Con el jefe de sección empezamos a mirar y mirar y vimos que en el suelo había un talonario que se nos había caído. Con razón nos sobraba la plata y nos preguntábamos cómo puede sobrar tanto. El caballo llegó segundo y siempre me acuerdo de su nombre, se llamaba “Excel”.
Ella se siente muy querida y respetada por sus compañeros de trabajo y también tiene un especial aprecio por el público que atiende.