
- Lorena Bearzotti, profesora Escuela de Ingeniería de Construcción y Transporte, Facultad de Ingeniería – PUCV
Cada 18 de mayo, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer en el Sector Marítimo es una invitación urgente a repensar las estructuras, discursos y prácticas que siguen reproduciendo desigualdades de género en un sector fundamental para el comercio mundial y el desarrollo territorial.
Si analizamos las cifras actuales a nivel global podemos seguir viendo cómo las mujeres estamos subrepresentadas de manera significativa en el sector marítimo y en el entorno de la cadena logística portuaria. De acuerdo a un estudio realizado por la Organización Marítima Internacional (OMI) y WISTA International, las mujeres representan apenas el 19% de la fuerza laboral en las autoridades marítimas nacionales y solo el 16% en el sector privado. Pero si nos vamos al mar, la representación femenina es aún más baja, con solo el 1% del total de la gente de mar empleada por las organizaciones encuestadas.
Y entonces surge la pregunta inevitable: Qué rol tiene la Universidad en esta búsqueda de la equidad? Y la respuesta es clara: su rol es protagónico ya que es un espacio de transformación cultural y de construcción de futuros más equitativos. La formación de profesionales en logística portuaria no puede ser neutral frente a las desigualdades. Por el contrario, debe incorporar activamente una perspectiva de género que permita reconocer las exclusiones históricas, identificar sesgos persistentes y generar capacidades para diseñar soluciones que promuevan la equidad. Y este rol protagónico se consolida en una docencia que debe ser revisada en cuanto a las metodologías, contenidos y evaluaciones, incluyendo casos de estudio que integren experiencias diversas, proyectos que aborden problemas desde enfoques inclusivos y actividades que desafíen estereotipos en torno a quiénes lideran, planifican y operan en los sistemas logísticos. Enseñar logística portuaria sin hablar de género es enseñar a perpetuar una estructura desigual.
Pero también ese rol protagónico de la Universidad en la búsqueda de la equidad se consolida en la investigación, en donde debemos cuestionar los objetos de estudio tradicionales y preguntarnos cómo afectan las políticas portuarias a mujeres trabajadoras, cómo se vive la interseccionalidad de género y clase en el ámbito logístico, o qué brechas digitales y de automatización se están abriendo entre hombres y mujeres en el contexto de la transformación tecnológica. Producir conocimiento situado, que dé cuenta de estas realidades, es también una forma de intervenir el presente y construir alternativas más justas para el futuro.
Como mujer que enseña e investiga en esta área, soy consciente del peso simbólico de mi presencia en el aula. No solo transmito contenidos, sino que encarno una posibilidad. Para muchas estudiantes, verme liderar clases, coordinar proyectos, presentar en congresos o colaborar con puertos y empresas es una confirmación de que este campo también les pertenece. Pero también impacto en mis alumnos hombres dado que mi presencia es una oportunidad para naturalizar el liderazgo femenino y ampliar sus propias concepciones sobre colaboración, autoridad, competencia y cuidado.
Hoy más que nunca, necesitamos pensar la logística portuaria como un campo no solo técnico, sino también un espacio donde se deciden formas de habitar, de distribuir recursos, de cuidar territorios y de conectar comunidades. La sostenibilidad, la eficiencia y la resiliencia, no se lograrán si no incorporamos una visión de justicia social y equidad de género como principios rectores del diseño y la gestión de los sistemas logísticos.
Las mujeres tenemos no solo el derecho, sino también la capacidad y el compromiso de liderar esta transformación. No somos invitadas ni excepciones: somos protagonistas necesarias. No pedimos permiso para entrar; exigimos el reconocimiento de nuestras trayectorias, saberes y aportes.
Este 18 de mayo no lo vivo como un homenaje, sino como un compromiso renovado. Me comprometo a seguir enseñando con perspectiva crítica, a seguir investigando desde la equidad, a seguir creando redes entre mujeres del sector, y a seguir señalando las injusticias que aún persisten. Porque cada acción que haga en los diferentes entornos puede ser una ola más que empuje este barco hacia un mar más justo. La equidad de género en el mundo marítimo no es una concesión, es una necesidad. Y desde las universidades, tenemos el deber de formar a quienes construirán esa nueva marea.