
- El “San Luis” de Quillota responde fielmente a las siglas de su emblema. Reportaje de AVER, Revista Estadio
Alfredo Ovalle es uno de esos iluminados del deporte que, sin haber tomado en su vida una pelota de fútbol, una jabalina, un disco nacieron para construir, para levantar entusiasmo, para llevar juventud a las pistas o a la cancha. Hizo atletismo en la Católica, más tarde movió el ambiente en la Asociación de Atletismo de Santiago y en el Consejo de la Federación, fue habitué de todos los escenarios deportivos.
Un día, su profesión de abogado lo llevó a Quillota, la tranquila villa que tiene en su escudo de armas, las cuatro letras “C”, que a decir de los quillotanos significan “ciudad creada con cariño”.
Deportivamente Quillota estaba dormida, pese a que hay allí tradición. Un día de hace cincuenta y cinco años el Instituto Marista “Rafael Ariztía” quiso hacer un club en el colegio. “Fue en la sala del primer año -concuerda hoy uno de los alumnos de entonces, don Antonio Cappone-, que nos reunió el hermano para constituirse en club; espléndida idea que secundamos con todo nuestro entusiasmo, bajo una condición sí, que la naciente institución, llevase el nombre de su mentor: así nació el “San Luis” de Quillota”.
Años románticos de deporte amateur, de deporte puro. El “San Luis” llegó a formar una honrosa tradición. En una época –comprendida, entre 1927 y 1930- se convirtió en derribador de gigantes; equipo que llegaba a la hermosa cancha principal del Estadio Arredondo; encontraba allí su Waterloo; cada partido era un clásico, llegando a tener historia propia y grande la rivalidad del equipo quillotano con Colo Colo, con Wanderers, con la Asociación Valparaíso, etc.
Muchas veces salieron de sus fronteras departamentales y pasearon sus colores amarillos, victoriosos, en los Campos de Sport de Ñuñoa, en el Sporting de Viña y en el Estadio de los Ferroviarios del puerto.
En la selección chilena que jugó contra Portugal en las Olimpíadas del 28 en Amsterdam había un quillotano de pura cepa, un jugador del “San Luis”, Oscar Alfaro el esmirriado insider a quien, acaso le faltó escenario para lograr las alturas de otros. Tanto hablaron los que fueron al estadio Arredondo del arquero del team amarillo que hubo interés por verlo en la capital, y aunque se quedó siempre apegado a su querencia provinciana, saltó a la fama internacional Carlos Hill; Colo Colo entroncó fácilmente en el alma popular, por eso, desde sus comienzos necesitó ofrecerles novedades, grandes sensaciones a sus fieles partidarios; Iván Mayo era el otro insider del “San Luis”, pues había que traer al que ya era más que famoso en sus pagos con el sobrenombre, que se perpetuó de “Chincolito” Mayo; este no alcanzó la verdadera cúspide ni en el San Luis ni en Colo Colo, porque lo vinieron a buscar del otro lado de Los Andes; fue en el Vélez Sarsfield, de Rothman, Furrester, De Saa, Reubén, etc., donde el muchacho quillotano desbordó lo que había aprendido y asimilado en el estadio Arredondo.
Esta era parte de la tradición de “San Luis”. Había otros aspectos entroncados a su historia tradicional. Nunca fue el “San Luis” a secas sino el “San Luis de Quillota”, tanto que hubo muchísima gente que conoció e identificó a la villa señorial de la vegetación exuberante de las altas palmas y de las olorosas chirimoyas con el club que fundara el hermano Luis. Además estaba su espíritu.
Al colegio particular, al Instituto “Rafael Ariztía”, concurrió siempre lo mejor de la juventud de esa región, del villorrio y sus aledaños; juventud sobria, sana disciplinada que tenía tres amores: el pueblo, el colegio y el club y dos a categoría de ciudad y la institución a categoría de grande entre las grandes del país.
Es aquí en donde entra en escena ese buen amigo nuestro que es Alfredo Ovalle. Decíamos que con tradición y todo, con espíritu y talento todo, Quillota estaba deportivamente dormida, porque el “San Luis” descansaba apasiblemente en sus laureles marchitos. Al club amateur por antonomasia lo derrumbó el profesionalismo. Se mantuvo permanente la ilusión de alzarlo vivo de sus propias cenizas, pero los horizontes eran estrechos y las ambiciones se ahogaban.
Viejos jugadores le dieron un impulso; el definitivo se lo vino a dar el ex dirigente de atletismo de Santiago. Un día nos encontró en la calle y se le hizo noche con los proyectos y las posibilidades del “San Luis”; nos contó que tenía revolucionada a Quillota entera con el renacimiento glorioso del club, que era de los candidatos más seguros a militar en la División de Ascenso y que, llegado ese momento no descansarían hasta repetir la gracia de Rangers e incorporarlo al fútbol de primera línea y nos dejó comprometidos con su entusiasmo, para irle a tomar el pulso a ese fervor que no es nuevo.
Quillota estaba cubierta de niebla aquella noche cuando llegamos a cumplir la palabra empeñada, surgí, no obstante como una revelación para quien tenía el recuerdo de un pueblo anémico, de una calle muy larga. Había bullicio, animación, fiesta en la plaza iluminada a giorno, aglomeración en el cine que terminaba una de sus funciones diarias, pelea en “La Corona”, la fuente de soda que es el rendezvous de los deportistas, por un refresco y un sándwich caliente; las románticas “victorias” de otra época miraban desconsoladas pasar a su lado los taxis que las han dejado pasadas de moda. El visitante gratamente sorprendido fue literalmente “asaltado” por un grupo grande de muchachos entusiastas que querían todos contarles las mismas cosas, detenerlo en los mismos detalles, hacerle captar rápida y fielmente las mismas impresiones, conducentes a mostrarle lo que es el “San Luis”, lo que ha sido y lo que ellos esperan que sea.
Alfredo Ovalle, actual presidente del club, fue el anfitrión que introdujo al cronista en los maravillosos vericuetos del recuerdo y en el ancho y claro camino de las ilusiones.. Leopoldo Silva uno de los pulmones del “San Luis” abrió las vetustas puertas de la sede social y los salones se llenaron de rumor de ternuras y esperanzas. Allí están las vitrinas repletas de trofeos y los muros cubiertos de fotografías.
-Mire -me dice el amigo Silva- esta copa fue la que le ganamos al Atlético Chalaco el equipo de Manguera Villanueva, ¿se acuerda? Era un gran cuadro que venía ganando en todas partes, lo trajimos acá y lo vencimos.4 a 2…espérese por aquí hay unas fotografías de ese partido, aquí están…¡Qué linda época aquella! No le teníamos miedo a nadie, fuera de adonde fuera, así como le pusimos el pie al Chalaco, empatamos con la selección de Mendoza, que ganó en Santiago, y hacíamos partidos maravillosos con Colo Colo, con los equipos de Valparaíso, con quien viniera. ¿Sabe? Entonces era muy fácil el contacto con los mejores clubes de Santiago y los extranjeros que venían a la capital: bastaba con pagar los pasajes y las “atenciones”; ahora es distinto; los clubes son profesionales y no se arriesgan a salir si económicamente no les conviene; un Colo Colo le cuesta más de cien mil pesos, antes con un cordero estaba arreglado el partido…”.
En las fotografías y en los recortes encontramos rostros conocidos desde nuestros primeros años de hinchas; los “tres grandes” del San Luis, Hill, Alfaro y Mayo, Danilo Arce que jugó en el Bádminton, etc. Se les recuerda con gratitud y con cariño en la tienda quillotana. Más tarde, se hizo una mesa redonda en “La Corona”, aquella fuente de soda que es propiedad del centro delantero del primer equipo del “San Luis”, Adolfo Echeverría, un buen jugador que anduvo “pololeando” esta temporada con Unión Española y Colo Colo.
Se han reunido verdaderas notabilidades: el Alcalde de la ciudad, el regidor deportista –el que no llevó otro programa a su campaña que el deporte-; el presidente del club, el arquero titular, el capitán, algunos muchachos del Juvenil, y el hincha número uno, ese que nunca falta, el “Gato” Valdés, que popularizó aquel “como Colo Colo no hay…”, uno de Valparaíso que estremeció el espacio un día con su potente “Adelante Wanderers” y se quedó ya como complemento indispensable de los partidos del cuadro porteño; el de Rangers llevó una sonora corneta a la cancha; este de “San Luis” es un canillita que deja oír el melodioso canto del canario.
Se atropellan todos en sus ansias de que escribamos algo de su club. Leopoldo Silva tiene que orientar la charla y las informaciones, remontándose a lo que le han contado de 1919, cuando el Hermano Luis en una sala del primer año fundó el club. “Los mejores años nuestros fueron los comprendidos entre 1927 y 1932, hasta que estuvo completo el Estadio Arredondo ¿se acuerda? Tenía tres canchas y una muy bonita, rodeada de plátanos orientales; la gente iba aunque no le interesara el fútbol, de simple pic-nic y después, le quedaba gustando el juego y volvía. Pero el estadio se expropió y pasamos diez años sin cancha; ahora tenemos el Estadio Municipal, mañana iremos a visitarlo; se están levantando las tribunas que tendrán capacidad para veinte mil personas, más que suficiente para tener un equipo grande que pueda traer grandes asistencias también. Hemos seguido una difícil trayectoria en procura de un destino mejor, del destino que merece “San Luis” y Quillota, porque la verdad sea dicha, es nuestro club el que ha movido siempre el deporte en la ciudad; hay otras instituciones con iguales posibilidades, como el “Liceo Racing”, de donde salió Bernardo Bello, pero les ha faltado audacia, espíritu de empresa para disputar la plaza. Ahora, cuando la División de Ascenso hizo las invitaciones, todos en la Asociación estuvieron de acuerdo en que nos correspondía a nosotros representar a la ciudad. Estamos entusiasmadísimos con la idea. Trataremos de tener un buen cuadro, a medida de nuestras posibilidades iniciales, lo demás lo haremos con el respaldo de Quillota entera. Mire, esta tiene que ser una buena plaza para el fútbol profesional. Quillota sola tiene actualmente más de 35.000 habitantes. Estamos a una hora de Valparaíso, a 45’ de Viña del Mar, con excelente servicio de automotores, tenemos al lado poblaciones grandes como Quilpué, Villa Alemana, Limache, Calera, etc. Quillota ha crecido mucho, hay base aquí; la Fábrica de Sedas de Said tiene más 2.000 obreros y está instalando otra planta para 2.000 más; la industria conservera mantiene una nutrida población obrera también; hay dos regimientos, la Escuela de Caballería y el Ingenieros N° 2 “Aconcagua”; establecimientos educacionales de primer orden con matrícula de ochocientos alumnos; todo eso significa población deportiva, entusiasmo deportivo, fervor “San Luisista”, porque no le quepa dudas que la casaca amarilla la llevaremos a todas partes. Tenemos porvenir. Hay registrados más de ciento sesenta juveniles a los que les hacemos competencias especiales para que jueguen siempre; de esos juveniles saldrán nuestros jugadores de mañana…
A la mañana siguiente estuvimos en el Estadio con otra romería encabezada por las más altas autoridades locales; el alcalde, el regidor, el presidente del comité local de deportes, jugadores del pasado, del presente y del futuro.
Ahí está don Manuel Felipe Cisternas, el wing izquierdo que jugó al lado de Oscar Alfaro y que no disimula su admiración por el recordado crack ya fallecido; “uno de los jugadores más completos que he visto” asegura, convencido. Cisternas ha sido capitán, presidente del club y ahora Administrador del Estadio y en sus retoños se proyecta su pasión deportiva. Luis, su hijo mayor es seleccionado de básquetbol; Jorge, tenista de primera categoría; Manuel un buen atleta, y Carlos, el menor, promisorio arquero de los juveniles del San Luis.
Están los hermanos de Alfaro, sobrinos de Oscar, jugador uno de primera división y otro capitán de los juveniles. Proporcionan detalles de la construcción de las tribunas, mientras el jefe del deporte quillotano muestra su nerviosidad porque teme no haya tiempo para visitar sus canchas de tenis, su velódromo y su proyecto de picadero.
Se está edificando en Quillota un brillante destino deportivo para una población trabajadora., tranquila, con una serenidad que dan los verdes valles, las cascadas del río aquietando el espíritu.
El motor de ese movimiento vigoroso es “San Luis”, el club de la muchachada de todos los tiempos del Instituto “Rafael Ariztía”, de los Hermanos Maristas. Estuvimos también en los patios rumorosos del colegio en los que se formaron dos generaciones de hombres probos y de deportistas sin tacha. Pasaron Hill, Alfaro, Mayo, Arce, Cisternas, Cappone y sus hijos y sus sobrinos y como en Lin Yutang, pasarán los hijos de sus hijos por sus aulas y sus canchas, porque esa es la tradición.
Desde lo más alto del cerro Boco, contemplamos la ciudad extendiendo sus brazos en las riberas del Aconcagua, en las laderas de las colinas y perdiéndose en el horizonte verde del campo fértil. Mi acompañante va identificando los parajes y se detiene con expresión de infinita ternura cuando me señala, “allí está el colegio, allí está el club”… el Club de Quillota, el motor de su deporte, la institución que en su insignia lleva engarzado el escudo de la ciudad con sus cuatro “C”, “ciudad creada con cariño”, que bien puede ser también, “Club creado con cariño”.
Antonino Vera, AVER