15 de agosto de 2025 08:44
  • Hugo Alcayaga Brisso, periodista

 

Mientras la Izquierda  victoriosa en las primarias  celebra y construye una mayoría social y política  conquistando conciencias y corazones dice Jeannette Jara – junto a la imagen de Salvador Allende – para ganar a la ultraderecha a fin de año, el Socialismo Democrático permanece en el suelo y es difícil que vuelva a levantarse tras el formidable portazo que le propinó sin miramientos la ciudadanía que lo ha borrado del mapa.

Esta coalición conservadora ocupa el lugar de la desaparecida Concertación y en seguida de la Nueva Mayoría, protagonistas del mayor fracaso de los 30 años posteriores a la dictadura. Los viejos estandartes, muchos de ellos en condiciones de jubilar, ya no pueden revivir el día en que fueron convocados por el presidente Boric a formar parte del gobierno iniciado en marzo de 2022.

En ese momento en La Moneda se dejó de hablar de los cambios profundos, transformaciones estructurales y refundación de instituciones, lo cual aparecía en lugares preponderantes de la agenda gubernamental y había entusiasmado a la población. Sin embargo, este sector recién llegado neutralizó y puso freno a todo lo que significaba avances para los pobres y menos pobres.

Ello hizo recordar el ensayo que escribieron en los años 90 los dirigentes políticos Arrate, Aguiló y Ramírez, denunciando la existencia de dos derechas que sometían a las clases populares. Eran la derecha tradicional de la oligarquía y la derecha oportunista que bajo el nombre de Concertación estaba en el Poder Ejecutivo, y se anunciaban maravillas como “la alegría que viene” y otras como “crecer con equidad” que nunca llegaron siquiera a vislumbrarse.

Nadie pensaba en esa época que la situación se repetiría muchos años más tarde. Con otro nombre de fantasía para tratar de encubrir tantos yerros y falsedades, la ex Concertación volvió al ruedo con muchos de los mismos desgastados rostros pero solo para perder. La ciudadanía le ha comunicado claramente  que su ciclo llegó a su fin.

No se justifica su presencia ni su programa retardatario y antipopular. El Socialismo Democrático se autodenomina  de “centro izquierda” porque es más fácil estar al centro, pero está a colosal distancia de la Izquierda, nunca ha asumido los valores socialistas, es anticomunista, aspira a que todo siga igual y su mayor afinidad es con la centroderecha.

En el pasado reciente la Concertación, que incluía a la Democracia Cristiana, llevó a cabo gobiernos de  nefastas consecuencias para el pueblo. Fue un híbrido político  de leal y devota servidumbre al sistema capitalista y legitimó mediante sus actos,  errores y demagogia la herencia constitucional y el modelo económico de la dictadura: acogió con complacencia  la Constitución espuria y la economía de mercado.

Frei Ruiz-Tagle encabezó una administración  que fue un desastre para las mayorías. Se alzó como el campeón de las privatizaciones para favorecer a los ricos: entregó a trasnacionales el agua y la luz eléctrica y concedió a grandes grupos económicos los puertos que hasta entonces  formaban la estatal  Empresa Portuaria de Chile. Siempre dejó que el capitán general se moviera a su gusto, llegara al Congreso como “senador vitalicio” y saliera de paseo por el mundo. Cuando Pinochet fue detenido en Londres, Frei – que había sido su admirador desde el día del golpe – se movilizó para traerlo de regreso al país evitando  que por múltiples violaciones a los derechos humanos la justicia internacional lo pusiera tras las rejas.

Lagos Escobar hizo lo posible por ignorar la trayectoria y la obra del presidente Allende. Concedió a manos privadas lo poco que quedaba del Estado, y terminó su mandato presidencial ovacionado por los grandes empresarios agradecidos de su gestión social demócrata. Por otra parte, otorgó 50 años de impunidad a tenebrosos uniformados que cometieron innumerables crímenes durante los 17 años de terror. Lagos, al igual que Frei,  fracasó en sus intentos posteriores por volver a la primera magistratura.

Esas sombras de otrora oscurecieron al Socialismo Democrático, opacado desde sus orígenes. Cambiar de nombre una y otra vez no le sirvió de nada a los partidos que lo integran, el PS y el PPD, sin juventud ni ideas nuevas, lo que alcanza a agrupaciones menores que se esfuerzan por sobrevivir con escasos militantes, como son los radicales y hasta algún liberal.

Aunque se preparó largo tiempo para asumir la presidencia de la República, el pasado 29 de junio Carolina Tohá se distanció de ese objetivo. Las primarias le dijeron que no puede llegar a ese cargo alguien que no se interesa por el mundo popular, que no sólo no apoyó sino que despreció al estallido social y que no condena las desigualdades del día a día.

Lamentablemente la herencia política de su padre no llegó a quien fuera alcaldesa de Santiago y luego ministra del Interior. José Tohá fue desde joven un destacado militante  del PS – cuando ese partido era socialista, antes de “renovarse” – y hasta el 10 de septiembre de 1973 aparecía como legítimo sucesor del presidente Allende. Fue asesinado por agentes de la dictadura  en un hospital de las FF.AA. en marzo del 74.

Carolina Tohá había privilegiado  en su eventual programa de gobierno una rebaja de impuestos a las grandes empresas, algo que nunca fue entendido por los pobres. Paralelamente festinaba con la política, donde mostraba su soberbia:  a mediados de junio declaró que una presunta candidatura de Izquierda  del gobernador regional de Valparaíso, Rodrigo Mundaca,  sería celebrada con champagne por la derecha.

Estos y otros factores hicieron que la ciudadanía le pasara la cuenta  al Socialismo Democrático y a su candidata.  En estos días de análisis, recriminaciones, crítica y autocrítica, el pueblo está martillando el último clavo en su ataúd.

La lectura popular no admite otra interpretación sobre la estrepitosa caída de la social democracia, una de las derechas que hasta ahora ha obstruido los cambios estructurales reclamados por las grandes mayorías en Chile.

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