17 de junio de 2025 12:36
  • La familia Gutiérrez Moraga resalta el lado humano de quien brindó ayuda desde que se convirtieron en habitantes de este sector

Un golpe duro para la comunidad del pasaje Las Pataguas, Villa Osses de Itahue, ha sido la partida de Julio Acosta, quien al ser uno de los primeros habitantes de este sector cuando había apenas una huella de camino, lo convirtió en un vecino solidario, cariñoso, trabajador, gracioso, dispuesto a prestar su auto para trasladar enfermos y contribuir con su trabajo a una emergencia sanitaria o eléctrica.

Gentil con las damas y dicharachero con los hombres a la hora de compartir un asado ya que era una amante de las conversaciones y de las anécdotas cargadas de humor y chispeza.

TESTIMONIO FAMILIAR

La muerte del querido vecino Julio Acosta, ha golpeado fuerte a la familia Gutiérrez Moraga, ya que él con su esposa fueron los primeros que nos brindaron ayuda cuando nos instalamos en este sector.

Los lazos partieron tras el terremoto del 2010, que nos sorprendió en la casa que comenzamos a ocupar en ese verano. Por nuestra parte, como no teníamos luz eléctrica nos abastecíamos con un generador, por lo tanto, el remezón no nos afectó en esa área, porque siempre estuvimos iluminados y como la mayoría tuvimos que volver al trabajo a Viña del Mar, nuestro hijo Gonzalo se quedó veraneando solo y los vecinos comenzaron a visitarlo para que los pudiera asistir ya que tenían que cargar sus celulares.

Así nace esa relación con Julio Acosta que fue uno de los primeros habitantes que llegó desde la capital con su esposa Sonia Araya a este territorio en busca de un terreno donde levantar su casa.

Le compró un espacio a la señora Mónica Soruco y desde sus inicios vivió en una carpa, ya que de a poco comenzó a levantar su hogar, la que con el tiempo se convirtió en una tremenda construcción de dos pisos, con un gran comedor, ocho piezas, cocina, dos baños, patio techado y un recinto para proteger su auto.

El mismo se encargó de pegar ladrillo a ladrillo su casa, pavimentar, levantar el techo, realizar las instalaciones sanitarias y eléctricas, ya que era un maestro chasquilla y tenía todo tipo de herramientas, las que llenaban una pieza.

Se las ingenió para traer agua desde el otro lado de la línea férrea, desplegando una tubería de plástico, que cada ciertas horas del día debía recorrer toda su extensión, porque a veces el líquido no aparecía en la casa.

FAMILIA AGRADECIDA

La familia Gutiérrez Moraga, agradece profundamente a don Julio la ayuda prestada, ya que siempre llegó a superar los problemas sanitarios o eléctricos, instalar las protecciones de ventana cuando la casa quedaba sola durante el invierno. Tenía todo tipo de instrumentos, máquinas y herramientas para raspar, cortar el pasto, pintar, pulir, fumigar, podar los árboles o acarrear materiales.

Siempre generoso a la hora de compartir un almuerzo o una festividad. Aunque era malo para comer y para tomar té, siempre compartía, pero él prefería un cigarrillo que a veces llegaba a sumar una cajetilla en el día. No le gustaba la cerveza para quienes consumíamos para el calor, ya que era partidario del pisco, el que a veces se tomaba dos botellas en una misma noche y que lo mantenía feliz hasta 48 horas despierto.

Siempre atento con las damas y ameno con los hombres a la hora de hacer recuerdos de su juventud y de sus múltiples oficios que realizó en la capital, en que hasta cuidaba viñedos y plantaciones de paltas, usando una escopeta para alejar a los ladrones.

Era amante de los vehículos, ya que era un mecánico de primer orden que conocía de modelos y marcas, llegando a tener autos diversos, mostrándose siempre descontento con la calidad de los mismos, ya que a todos les encontraba alguna falla. Y así cambiaba de marca cada cierto tiempo.

Jamás grosero ni tampoco insolente, que suplía con sus graciosas expresiones al referirse a sus conquistas amorosas juveniles. Siempre dispuesto a colaborar y ayudar con su vehículo a alguien en emergencia.

Aparte del cigarrillo y el pisco, le gustaba el pernil cocido ya que siempre lo pedía para entusiasmar a sus amigos y que fueran a compartir a su hogar.

Pudimos saber de su llanto y dolor cuando estando con unos amigos en su casa, compartiendo un asado y el respectivo licor, estos en un arranque desquiciado lo llevaron junto a su perro regalón “Lucas” en el auto en que llegaron a Curicó, donde lo dejaron botado a medianoche, cerca donde funciona el mercado persa. No sabe cómo llegó a la casa, pero nunca más supo de su mascota aunque lo acompañamos días después a recorrer ese territorio, pero ya era demasiado tarde.

En especial lo conocimos cuando pasaba gran parte del tiempo solo, ya que su esposa trabajaba en la capital. Para demostrar que la echaba mucho de menos, siempre nos avisaba, en plena conversación  que  “voy a llamar a mi amor”, aunque ella le advertía que al parecer “estás tomando”.  Don Julio le respondía con más pasión: “Te estoy esperando para que lo pasemos bien este fin de semana”.

Y así ocurría hasta que la señora Sonia llegaba el viernes en la noche y partía el domingo en  la tarde o el lunes en la mañana a la capital. La semana se hacía corta con don Julio porque mientras fumaba en el balcón o bajo la sombra de un árbol, siempre se mostraba feliz de vivir en este sector y con la esperanza de que su esposa dejara de trabajar para estar siempre al lado de ella.

A SU LADO EN LOS MOMENTOS DIFICILES

Particularmente, quien escribe estas líneas, puedo decir que hasta antes que cayera al hospital, compartí con don Julio, durante los últimas días de mayo.

Lo visitaba al mediodía mientras estaba acostado a la espera de un remedio, la asistencia médica o la presencia de un auxiliar de salud. También a veces a la hora de once.

A veces con el televisor encendido o viendo el celular, con la esperanza de resolver dos situaciones.

Por una parte, vender la casa porque tenía intenciones de irse a vivir con una hija en la Sexta Región. Y la segunda contar con un auto para poder trasladarse aunque tenía problemas a la vista.

Lo lamentable, en el segundo caso, es que haciéndole caso a un vendedor de frutas de la estación que voceaba los productos por la calle, le pasó 150 mil pesos a un mecánico para que le arreglara el auto. Pero este sujeto, abusó de la confianza ya que le sacó varias piezas al vehículo y nunca más apareció. Ese fue un tremendo golpe a la confianza que había depositado en él. Incluso don Julio llegó hasta la casa del sujeto, pero nunca salió y despareció.

Por gestiones realizadas junto a él, le escribimos al Presidente de la República para que acogiera lo que había sucedido, ya que tratándose de una persona de la tercera edad no podía movilizarse, sin poder ir a las compras, visitar el consultorio para recibir los remedios de él y su esposa y no poder ir a cobrar la pensión.

Se hizo ese trámite, porque el Presidente de la República tiene esta herramienta que ofrece a los chilenos a través del Departamento de Gestión Ciudadana Y respondió a través de sus asesores que actuara la Fiscalía de Molina, pero esta dijo que debía contar con el patrocinio de un abogado o en caso contario recurrir a la Corporación de Asistencia Judicial de la comuna. Al advertir don Julio que la burocracia llega a ser insoportable, nada resultó, y el mecánico que se burló de una persona indefensa sigue gozando de buena salud y seguramente abusando de otros.

Durante las conversaciones y ante el declive en su estado de salud advirtió que tenía resuelto el tema de la sepultura en un cementerio parque de la comuna: “Lo único que deseo, cuando me vayan a enterrar es que yo esté acompañado de Sonia”.

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