
- Francisco Bartolucci Johnston, abogado
Recién ahora el gobierno toma nota que las “barras bravas” son una “organización criminal” como las ha definido el ministro de Seguridad.
Hasta ayer, se trataba de “barrismo social y comunitario” (léase el programa de gobierno del Presidente Boric y las intervenciones de éste como diputado al discutirse la Ley de Violencia en los Estadios – que votó en contra – declamando: “¡Aguante las barras!”).
Esta definición no la modificaron las autoridades de gobierno durante todos estos años a pesar de la violenta participación de los barristas en el estallido revolucionario de octubre de 2019, que el entonces diputado Giorgio Jackson en sus redes sociales aprobaba y elogiaba, señalando: “Este video de los hinchas de Los de Abajo y de la Garra Blanca unidos es una muestra de lo transversal que es la protesta”.
Tampoco quisieron ver la realidad de estas asociaciones ilícitas cuando infinidad de veces desataron la violencia en los estadios y en las calles sembrando el temor y la destrucción, incluso con resultados fatales.
Ha sido necesaria la dramática muerte de dos jóvenes en una “avalancha a lo choro no más” llamada por redes sociales para entrar a la fuerza al estadio Monumental, para que el Gobierno abandonara los eufemismos y reconociera que se trata de “organizaciones criminales” las que “serán perseguidas bajo ese rótulo, porque es lo que permite la nueva ley contra el crimen organizado, que este Gobierno logró que fuera ley”, señala la Subsecretaría de Seguridad a “El Mercurio”.
El punto es que el trágico episodio que hoy lamentamos nos hace repasar como la actitud de no querer ver lo que es evidente ha sido permanente en el Presidente, su Gobierno e incluso en todo el oficialismo, quienes tardíamente, y siempre después de un inmenso y tantas veces doloroso daño causado, han tenido que aceptar lo que todo el país les señalaba.
La ceguera oficialista se ha manifestado en el terrorismo en La Araucanía; en el narcotráfico y el crimen organizado instalado en el país y en las poblaciones; en la inmigración desatada y descontrolada; en las desacertadas reformas al sistema educacional; en el desplome de nuestra economía y en tantas otras materias en las cuales el Gobierno del Presidente Boric a pesar de las alertas encendidas, por razones ideológicas, no ha querido ver lo que era evidente o ha llegado tarde, muy tarde, cuando “la pradera ya estaba incendiada”.
Lo inaceptable de esta situación es que distintos sectores – no sólo políticos – oportuna y fundadamente han advertido al Presidente sobre los inconvenientes y riesgos que encierran cada una de las iniciativas y medidas negativas que su Gobierno ha impulsado, como también del peligro que ciertas situaciones incubaban y de los urgentes correctivos que entonces se requerían.
Pero no, la ceguera ideológica del Presidente y quienes le acompañan ha sido superior a la razón y a las evidencias, persistiendo siempre en su propia verdad.
Pues bien, hoy las muertes del estadio Monumental – como tantas otras en La Araucanía o como resultado del crimen organizado – deben interpelar con fuerza la conciencia presidencial y le llaman a abrir los ojos para que, tumbada su ceguera ideológica, pueda ver “lo que el ciego no quiere ver”.